Hace ya alguna década....
En la Euskadi profunda, en ese valle también conocido como Obaba por mi amigo "Bernardo Atxaga", en sus caseríos se organiza el grupo familiar de diversas formas. En cualquiera de ellas hay un elemento común, la "Etxekoandre", que se traduce como "la mujer de la casa", pero que tiene un significado especial, es la "mujer que manda", porque socialmente el matriarcado domina en esta sociedad.
Recibí un aviso para que fuera a visitar a una paciente que estaba en la fase terminal de un sarcoma.
En el caserío convivían varias generaciones, desde un "mutilzarra" (solterón), otros sobrinos, alguno de ellos minusválido y sobrinos nietos.
La familia y los médicos hospitalarios que le habían diagnosticado y tratado hasta este momento, habían decidido no informarle de su situación y yo también participaba de este desarrollo, por aquello de evitar la dureza de la realidad.
Al llegar la encontré sentada en la cama, apoyada entre almohadas, desasosegada, molesta y quejosa. Tras reconocerle me incorporé y estaba dispuesto a mantener una conversación llena de tópicos de huida, propios de la situación, cuando siento que me agarra con cierta fuerza por las solapas de mi camisa y tirando con su brazo hacia abajo, pone mis ojos frente a los suyos y con firmeza me dice:
"¿¡Esto que yo tengo no se cura verdad!?
Solo pude decir ¡No!
Y añadió: ¡Pues podías habérmelo dicho antes, porque tengo muchas cosas que hacer!
Dos semanas más tarde las necesidades de analgesia se redujeron considerablemente. No volví a verla ni desasosegada, ni quejosa, sino poseída de un rictus de tranquilidad.
Así comprendí que la realidad no se debe de ocultar a quien precisa conocerla y así lo demanda.
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