Antonia de 84 años, pequeña, con una peluca que la hace inolvidable, acude a la consulta y la veo al citar a otro paciente deambulando en la sala de espera, inquieta, como es, sin poder parar de acá para allá apoyada en su bastón, probablemente para no dejarse atrapar por la anquilosis de su avanzada artrosis.
Cuando le llega el turno la hago pasar y casi sin darme tiempo comienza:
-Yo solo quiero unas recetas porque no me llegan para cuando tengo que ir al especialista a finales del mes que viene.
Tiene una lesión precancerosa en la cara y le han aplicado unas curas tópicas.
-¿Cuantas necesitas?
Antonia:¡Yo que se! Unas cuantas.
Mientras le calculo, doy la orden e imprime, Antonia prosigue:
-No puedo estar esperando, me pongo nerviosa, ¡con lo que yo he sido!
Nos conocemos desde hace 17 años, la he visto hace 10 años, como asídua cliente de los "tablaos" de Benidorm, no fallaba un invierno. Conozco de aquellos novietes que le salían sacandole a bailar, para hacerle feliz en su adolescencia tardía.
La impresora con su ruido no consigue interrumpirla y al entregarle las recetas añade:
-Don Juanjo, con lo que usted sabe que yo he sido,
¡hay que joderse,
y apretar el culo,
"pa" no caerse!
-¿Como dices Antonia?
-¡Que hay que joderse
y apretar el culo
"pa" no caerse!
Ambos rompimos en carcajadas.
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