Personalmente no me he sentido implicado en esta especie de fiebre electoral, lo que sobrepasa mi realidad próxima, familia, calle, vecinos, pacientes y ese breve etc que representa el límite del entorno tangible; no percibo que pertenezca a cosas con las que me sienta mínimamente motivado, por el contrario las vivo como cosas impuestas. Me estoy refiriendo a conceptos como, bandera, himno, estado o nación, identidad, ¿de dónde sale todo esto si no somos más que una casualidad en un entorno?. En el fondo son conceptos que nos tienen ocupados en objetivos etéreos, un orden necesario frente al miedo al caos, pero inútil frente a las causas de dolor de mis pacientes, a la vida y a la muerte.
Nada que provenga de esos conceptos servirá para hacernos mejores, si no por el contrario para tenernos más atados, divididos y enfrentados, como ejemplo de las cosas que digo puedo hacer referencia a la actual crisis económica que según voces que se oyen, somos nosotros mismos sus causantes.
Desde esta visión no creo que las cosas vayan a cambiar mucho, por lo que me da igual quién asuma las responsabilidades de la conserjería de sanidad y por consiguiente la dirección de Osakidetza.
El simple cambio de personas puede generar cambios en las formas, ya sería un lujo que un gerente de AP de cualquiera de las áreas o comarcas tuviera el detalle de dedicar un día a la semana a visitar un centro de salud, para enterarse del nombre de los trabajadores, por otra parte usuarios internos de sus servicios.
La organización de Osakidetza, como gestión privada, en empresas autónomas, cada hospital su empresa, cada comarca de AP su empresa, todas ellas con la correspondiente estructura administrativa y jerarquizada, para que ante un problema menor, este deba ser rebotado sucesivamente a niveles superiores, para que al final se pierda en cualquiera de los despachos por los que debe de pasar, se me antoja una forma de justificar tan desproporcionada estructura.
De todos es conocido que la primera barrera para disuadir a los usuarios, externos o internos, es la burocracia. Además en toda estructura burocrática cada individuo se ofende si el “problemilla” no pasa por su mesa, de qué otra manera pueden los burócratas justificar su trabajo si no es acumulando problemillas, muchos de ellos derivados o mediatizando el “¡qué hay de lo mío!”
Podría seguir describiendo situaciones hasta cansar a los caracoles, pero la demostración de que las cosas comienzan a cambiar y posteriormente cambian la tendremos observando la evolución del mayor problema que tiene Osakidetza.
En los días que corren nadie niega la utilidad de la tecnología informática, la dependencia de esta tecnología define las estructuras, las hay que la utilizan como una herramienta auxiliar, las hay que son prisioneras de ella. En las primeras los responsables de la herramienta están al servicio de los objetivos de la estructura. En las segundas toda la estructura está al servicio de la herramienta y sus responsables se adueñan de la estructura, son “los imprescindibles”.
Estos imprescindibles, que manejan con soltura los conceptos de gestión y negocio, que los programan para explotar los datos, nos consideran tontos a los ciudadanos, todos sabemos que únicamente conocen los actos realizados en las múltiples empresas de Osakidetza, pero todos los actos y cada día son más, realizados en empresas concertadas no figuran en las bases de datos de e-Osabide, entonces ¿a qué interés responden tales cosas? ¿con qué información se gestiona el negocio?
Después del tiempo transcurrido ni los adoradores de becerros son capaces de admitir que no estamos paralizados por los imprescindibles. La interrelación, tan imprescindible entre niveles, ha desaparecido. La información no circula, ni vertical, ni horizontalmente, ¿donde están los imprescindibles?
No importan las personas, si estas cambian o no, es necesario un cambio en las actitudes, las formas y la claridad en la dirección hacia la que nos quieran llevar y no esclavos de los imprescindibles
¡Más milongas no, gracias!
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